Temas, frecuencia y plataformas en la desinformación en las elecciones europeas de 2024

Andreu Casero-Ripollés, Universitat Jaume I de Castelló, casero@uji.es

Las campañas electorales deberían ser momentos de información y debate democrático. Sin embargo, cada vez más se convierten en terreno fértil para la desinformación, un fenómeno que no solo confunde a los votantes, sino que también pone en riesgo la salud de la democracia. Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universitat Jaume I en el marco del proyecto DISEDER-EU, incluido dentro de las acciones Jean Monnet, ha analizado cómo era la desinformación difundida durante las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, ofreciendo datos reveladores sobre cómo, cuándo y dónde circulan las informaciones falsas en este tipo de procesos.

Se analizaron 278 casos de desinformación verificados por 52 agencias europeas en 20 países de la Unión Europea. Se centraron exclusivamente en contenidos falsos relacionados directamente con la campaña de las elecciones europeas, y no en temas exclusivamente nacionales. Para ello, utilizaron la base de datos Elections24Check, un proyecto europeo que recopila y clasifica este tipo de contenidos.

Uno de los primeros hallazgos del estudio fue que la desinformación no se limita a los días previos a las elecciones, sino que continúa incluso después de que los ciudadanos hayan votado. Aunque se detectó un aumento en la actividad los días cercanos a las elecciones (celebradas entre el 6 y el 9 de junio de 2024), se comprobó que los bulos no desaparecen con el cierre de las urnas. Esto sugiere que la desinformación tiene un “ciclo de vida prolongado”.

Geográficamente, España y Polonia concentraron casi la mitad de los casos detectados (27,7% y 21,2% respectivamente). Les siguieron Alemania, Bélgica, Portugal y Francia. Curiosamente, estos países tienen en común una fuerte presencia de partidos de extrema derecha, lo que sugiere una posible relación entre estos movimientos políticos y el uso estratégico de la desinformación.

Por tipología, mayoría de información falsa detectada fue contenido completamente falso (59,4%). En segundo lugar, destacó la desinformación por falta de contexto (23,4%): noticias o datos reales presentados de manera manipulada para inducir a una interpretación errónea. La desinformación generada con herramientas de inteligencia artificial, a pesar del auge de esta tecnología, fue prácticamente inexistente (1,1%).

Esto último podría tener varias explicaciones: desde una baja adopción de estas herramientas en la desinformación electoral, hasta la posibilidad de que sea más difícil detectar contenidos falsos generados con IA.

Dos grandes temas dominaron los bulos electorales: la integridad electoral (20,5%) y la migración (12,9%). Las falsedades sobre la integridad del proceso electoral incluían acusaciones de fraude, manipulaciones en el recuento de votos o falsas afirmaciones sobre la posibilidad de votar dos veces. Este tipo de mensajes busca sembrar dudas sobre la legitimidad de los resultados, lo que puede tener consecuencias muy graves para la estabilidad democrática. Por su parte, la migración fue usada para avivar discursos de miedo y rechazo. Muchos de los contenidos falsos relacionaban la inmigración con la delincuencia, las ayudas sociales o la pérdida de identidad nacional. En países como Francia, Bélgica y España, este tema fue especialmente recurrente. Otros temas presentes, aunque con menor frecuencia, fueron el cambio climático, el Covid-19, la economía, la guerra en Ucrania y la legislación europea.

Las redes sociales fueron, como era de esperar, el canal preferido para difundir estos contenidos. X (antes Twitter) y Facebook fueron las plataformas más utilizadas, concentrando el 32,4% y el 21,9% de los casos respectivamente. TikTok también tuvo una participación significativa (9,7%). Llama la atención que plataformas de mensajería como WhatsApp o Telegram, a menudo asociadas con la propagación de bulos, apenas representaron el 1,5% del total. Sin embargo, esto podría deberse a las dificultades para acceder y verificar los contenidos que circulan por canales privados.

Además, los medios tradicionales también jugaron un papel, aunque indirecto: un 13,3% de la desinformación provenía de declaraciones de políticos difundidas en medios convencionales. En estos casos, no fueron los periodistas quienes inventaron los bulos, sino que se convirtieron en altavoces involuntarios de declaraciones falsas difundidas por los políticos.

Esta investigación identifica tres conclusiones clave sobre la desinformación electoral en Europa:

 

  1. La desinformación es persistente, no desaparece después de las elecciones y sigue afectando al clima político incluso cuando ya se han publicado los resultados.

 

  1. El contexto nacional importa mucho. Cada país tiene sus propios temas “sensibles” que son aprovechados por los creadores de bulos durante las elecciones. Por ejemplo, en España y Alemania se centraron en cuestionar la limpieza del proceso electoral, mientras que en Francia y Bélgica predominaron los ataques contra la migración.
  2. La desinformación electoral busca debilitar la democracia, no solo manipulando la opinión pública, sino también minando la confianza en las instituciones, en el proceso electoral y en la propia idea de una Europa unida.

 

Y, en este escenario, ¿qué se puede hacer? Este estudio sugiere que las medidas contra la desinformación deben combinar una estrategia europea común con acciones adaptadas a cada país, ya que el fenómeno no se comporta igual en todas partes.

Otra vía es la necesidad de mejorar las herramientas de verificación, especialmente en entornos cerrados como WhatsApp y Telegram, y de reforzar la alfabetización mediática para que los ciudadanos aprendan a identificar contenidos sospechosos, especialmente durante las campañas electorales.

La investigación completa en inglés se puede leer gratuitamente aquí.